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Puigdemont o la estupidez nacionalista.

La verdad es que me resulta difícil saber qué se propone este sujeto y todos los descerebrados que lo siguen. Salvo que, además, sean unos memos integrales, lo cual, a priori, no tiene por qué descartarse, tienen que saber que lo que están haciendo puede conducir a cualquier sitio menos a la independencia de Cataluña.
Efectivamente. Entre las reglas de juego que los políticos catalanes ayudaron a conformar y a aprobar hay tres que son básicas y que se opinen frontalmente a su pretensión. Son estas, que la soberanía nacional corresponde al pueblo español, que la unidad de España es indivisible y que el ejercito es el máximo garante de esta unidad. Sobre estos presupuestos, lo primero que tendrían que hacer Puigdemont y sus seguidores es conseguir, mediante los procedimientos constitucionalmente previstos, cambiar estas reglas de juego, para permitir que una parte de ese pueblo pueda decidir sobre la unidad e integridad territorial española. O dicho con otras palabras, para que una parte del pueblo español pueda decidir sobre la separación de una parte del territorio nacional.. En otro caso, su iniciativa está condenada al fracaso, pues el Gobierno actuará según los poderes que le confiere el vigente ordenamiento constitucional y legal vigente y será inútil cualquier intento de celebrar un referéndum. Es más, aún cuando el Gobierno no hiciera nada, el Ejército, con el Rey como su máximo mando, podría tomar la iniciativa de intervenir, pues así lo autoriza, e incluso obliga, el artículo 8 de la Constitución. Por lo tanto, por cualquiera de las dos vías, intervención del Gobierno o intervención del Ejército, el referéndum no llegaría jamás a celebrarse. ¿Tan pequeña es la capacidad de discernimiento de Puigdemont y de los nacionalistas como para no ver esto?
Pero, obviamente, hay otro planteamiento. Sabedores de que las cosas son como las acabo de describir, los nacionalistas deciden romper las reglas del juego y enfrentarse a la intervención de  cualquiera de los dos sujetos antes mencionados. ¿Cómo la van a hacer? ¿Con qué fuerzas cuentan? Resulta patente que en esta situación la violencia va a resultar imprescindible para oponerse a la que, eventualmente, ejerza el Gobierno o el Ejército para impedir el referéndum. Repito la pregunta ¿Con qué fuerza armada cuentan los nacionalistas para llevar adelante esta oposición? ¿Con los mozos de escuadra? ¿Piensan armarse Puigdemont y el Gobierno catalán y armar al pueblo, creando así una suerte de guardia nacional republicana?  ¿De verdad creen que los nacionalistas están por algo que remotamente se parezca a esto?
Entonces ¿qué pretenden? Probablemente provocar la intervención del Gobierno o del Ejército o de ambos para hacerse los mártires y presumir de ser los paladines de un pueblo al que se le impide  decidir su destino. Muy bien. Y una vez logrado ¿qué? ¿Ahí se queda todo? Y cuando al cabo de unos meses ya nadie hable de ello ¿qué? ¿Para qué habrá valido todo?
También puede ser que en sus ensoñaciones y aires de grandeza, lo que persigan sea aparecer algún día en los libros de historia. Si es el caso ¿ocuparán referencias superiores a los dos renglones en algún texto sobre la España del siglo XXI? A estos efectos, conviene que tengan en cuenta que la historia la escriben los que ganan, por lo que su "hazaña" no será mencionada sino para vilipendiarla y, obviamente, sin dedicarle grandes espacios.
Finalmente, excepto que la pretensiones de los nacionalistas no pasen de ser las que acabo de exponer, es más que evidente que estos demuestran una profunda ignorancia de la historia. Las disputas territoriales, cuando siguen adelante, es decir, cuando no son una fanfarronada que sus impulsores saben destinada al fracaso, como es la que aquí me ocupa, solo se resuelven violentamente, a no ser que una de las partes esté dispuesta a acceder a las pretensiones de la otra. Como esto no es lo que ocurre aquí y los nacionalistas son unos cobardes manifiestos, la conclusión es clara: no habrá referéndum ni independencia ni nada que se le parezca. Eso sí, igual le sacan al Estado, en un gesto de buena voluntad por parte de este, una buena pila de millones de euros.

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