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Alicia González y un editorial de "El País" o el despotismo ilustrado.

El miércoles 31 de agosto de 2016, El País publicaba un artículo (ellos lo llaman "análisis") firmado por Alicia González y titulado ¿Quién teme al TTIP? y un editorial con el título "El TTIP no es el problema". Por su interés, transcribo los párrafos que voy a comentar y que ponen de manifiesto lo que Alicia y el autor del editorial entiende por "democracia" y "populismo", entre otras cosas.
Dice Alicia:
Nadie puede esperar concesiones significativas en una negociación de este calibre cuando se mezclan los procesos electorales por medio y las dos potencias europeas deben someterse al juicio de los electores a lo largo de 2017. El domingo era el vicecanciller y líder de los socialdemócratas alemanas, Sigmar Gabriel, quien declaraba la muerte de facto del TTIP. La Administración francesa, que nunca ha sido muy partidaria de los acuerdos de liberalización comercial, se sumaba ayer al rechazo al pacto.
No nos explica Alicia por qué no se pueden esperar concesiones significativas en una negociación cuando hay un período electoral. Sin embargo, parece sugerir que si no hubiera período electoral sí podría haber concesiones significativas. Quizás nos este diciendo nuestra articulista que esas "concesiones significativas" acaso supongan un grave perjuicio o riesgo para muchos, la inmensa mayoría, y unos enormes beneficios para una inmensa, pero muy poderosa, minoría. Y, claro, si esa inmensa mayoría se entera de la efectiva transcendencia de ese tratado para su salud, para el medio ambiente, etc, etc, como parece estar enterándose, entonces puede que su voto no favorezca a los partidos o candidatos de unas elecciones que apoyan la firma de tal tratado. De ahí la actitud electoralista u oportunista de esos partidos o candidatos contraria a la negociación del tratado. O dicho en otras palabras, Alicia González quizás nos esté planteando que, de no estar tan cerca esos procedimientos electorales, a los partidos y candidatos favorables a la firma del tratado les habría importado muy poco la opinión de los votantes y habrían continuado las negociaciones. Además, deja en el aire la sospecha de que una vez pasadas las elecciones y no temiendo el castigo de los votantes, esos que ahora no quieren oír hablar del TTIP vuelvan a la mesa de las negociaciones.
Si lo que manifiesta Alicia es su mera opinión y no la opinión directamente manifestada por esos partidos y candidatos, es claro que piensa que todos ellos, en el mejor de los casos, son pura gentuza, pues su actitud contraria al tratado deriva de su miedo a un castigo electoral, no de su convencimiento de que sea malo para la inmensa mayoría y bueno solo para la inmensa minoría. Y si refleja la que realmente piensan partidos y candidatos (y la historia de la democracia burguesa así me lo indica) entonces nos está diciendo, con toda razón y sin duda alguna, que todos ellos son unos auténticos indecentes.
El "análisis" sigue así:
El TTIP ha caído presa de los miedos que atenazan a los ciudadanos a ambos lados del Atlántico y también ha sido víctima de las respuestas proteccionistas con que los mandatarios occidentales intentan dar aparente solución a la actual etapa de recuperación económica, marcada por la escasa creación de empleo y el bajo crecimiento. Un escenario que alimenta la desafección política y el auge de los populismos.
Aquí nuestra insigne analista nos dice, sin tapujos, que cualquier oposición al tratado por parte de los ciudadanos es cuestión de miedos, es decir, no fruto de un análisis riguroso de lo que se va sabiendo sobre el tratado. La oposición ciudadana carece de lógica, los ciudadanos no tienen lógica, solo miedo. Y, por otro lado, la oposición por parte de los mandatarios es fruto del proteccionismo. Así dicho y en el contexto en el que aparece, es claro que habla de un "proteccionismo" económico y no de "protección" de la salud o del medio ambiente. Si esto es así, es evidente que de lo que se trata es de proteger o favorecer al capitalista y al burgués nacional no al transnacional, que es el que está detrás del tratado. Pero, en cualquier caso, puede que se los esté engañando igual que a los ciudadanos, pues ese proteccionismo no es más que pura táctica electoral, por lo que nada impide que las negociaciones puedan retomarse pasadas las elecciones.
Finalmente -¡cómo iba a faltar!- una referencia al "populismo". Efectivamente, todo lo que vaya contra los intereses del gran capital es populismo, venga de donde venga. Tanto si viene de Podemos como de Hollande. Es decir, manifestar oposición a un tratado que conllevaría menos protección de la salud, una rebaja en los estándares medio ambientales, pérdida de derechos de los trabajadores, etc; y que esa manifestaciones lleven a que los votantes so movilicen y expresen su contrariedad con el tratado es puro "populismo" y muestra su "desafección política", así, en general, no únicamente su desafección a los que propugnan la firma del tratado; no, eso no. Pero, ¡oh casualidad!, en esencia Alicia González, como veremos a continuación, piensa lo mismo que el editoralista de El País; y los dos, obviamente, escriben al dictado de quien paga.
El editorial dice cosas como estas:
1. El anuncio del Gobierno francés de que pedirá la paralización definitiva de las conversaciones para el Acuerdo transatlántico de comercio e inversiones (TTIP en sus siglas en inglés) es una decisión oportunista y electoralista, que daña gravemente la relación transatlántica —vital desde un punto de vista estratégico—.
Plena coincidencia con la "analista". Pero, en todo caso, la relación transatlántica que se daña o dañaría es la de los capitalistas de ambos lados del océano y de sus representantes en los gobiernos, pues no constan manifestaciones populares en EE.UU contra los ciudadanos europeos ni viceversa. Así que menos daños transatlánticos, editorialista. O solo daños entre capitalistas (aunque por mor del sistema,  esos daños también afectarán a "los de abajo").
2. A las puertas de una nueva elección presidencial, y en una situación de extrema debilidad en los sondeos, François Hollande ha preferido sucumbir a la opción fácil de ceder ante quienes más gritan antes de emplearse a fondo en explicar la necesidad de un acuerdo que supone una importante oportunidad para la economía europea en un momento en que el centro de influencia mundial se está trasladando al área del Pacífico.
Los miedosos para Alicia González son "los que más gritan" para el editorialista. Pero en ambos casos, unos y otros, miedosos y gritones, carecen, según la "analista" y el editorial, de toda lógica en su oposición al tratado. Aquí solo tiene razón el gran capital trasnacional. Y claro, cómo se van esforzar en explicar lo bueno que es el tratado para la economía europea, como pide el editorial; ¿y si resulta que no es tan bueno o solo lo es para unos pocos, para los más ricos? Y si lo es ¿cómo es que todos los medios de comunicación (en manos del gran capital) no están llenos de artículos y "análisis" explicando esas bondades? ¿Cómo van a explicar las bondades de un tratado cuyo contenido trata de mantenerse en secreto?
3. La suspensión inmediata de la negociación del acuerdo debilitaría a Europa en un momento en que el continente necesita todo lo contrario. Con una crisis de refugiados sin precedentes desde el final de la II Guerra Mundial, la amenaza terrorista, una gran tensión con Rusia en su frontera Este, el auge del populismo que desprecia el sistema democrático que ha garantizado la estabilidad durante décadas y una brecha en el proyecto de construcción europea encarnada en el Brexit, Europa no debe desentenderse de una proyecto fundamental, por muy impopular que sea.El acuerdo debilitaría a Europa ¿pero quién es Europa? ¿El gran capital o los ciudadanos corrientes y molientes explotados por ese capital?
Y volvemos a meter miedo. El editorial debería de explicar qué tienen que ver los refugiados, el terrorismo, la tensión con Rusia y el populismo (otra vez la nueva palabra mágica) con la negociación del tratado.
Pero al final del párrafo se entiende todo. El editorial preconiza, con total claridad, una vuelta (si es que alguna se abandonó) al despotismo ilustrado: todo para el pueblo pero sin el pueblo. Efectivamente, el periódico sostiene que por mucho que la gente corriente esté en contra del tratado, este debe concluirse, porque supone un gran beneficio para esa gente, aunque esa gente no alcance a verlo o entenderlo. Hay que concluirlo aunque sus "beneficiarios" no quieran por la sencilla razón de que otros (los que saben, nuestros guías) ya han decidido que es bueno para ellos. De vómito.
Por supuesto, nueva coincidencia entre Alicia González y el editorial en cuanto al "populismo" que supone cualquier rechazo al tratado.
4. Tanto en EEUU como en Europa son múltiples las fuerzas que han hecho del TTIP un banderín de enganche para promocionar el populismo anti-sistema. Desde Donald Trump a Marine Le Pen pasando por la izquierda radical, son muchos los que defienden soluciones basadas en el retorno al proteccionismo comercial y la recuperación de una soberanía inexistente. El TTIP, en su proceso y contenido, es mejorable, pero en cualquier caso, mucho mejor que las alternativas que plantean sus detractores.
Nueva insistencia en el populismo. Ahora se mete en el mismo saco a Trump, a Le Pen, a la izquierda radical y a lo que haga falta (Igual hacía Cercas en un artículo que comenté justo en las dos entradas anteriores a esta ¡Cómo no!), pero sin explicar los motivos de la oposición de unos y de otros. Mientras Trump y Le Pen lo hacen sobre la base de un nacionalismo pequeño-burgués, los radicales de izquierda lo hacen en favor de intereses generales y de clase: salud, medio ambiente, condiciones de trabajo, etc.
Y luego está lo de la "soberanía inexistente". Eso resulta imposible, a no ser que concluyamos que no hay "soberanos", que todo fluye sin plan ni ideas previas, sin un propósito determinado. ¡Qué tonterías dice el editorial! ¡Claro que hay un soberano! Pero no es el pueblo, no es la gente, no son los explotados ni los gobernantes que mienten diciendo que representan a estos. El soberano existe y se llama gran capital, que es el que está detrás del tratado y el que gobierna al mundo.
Finaliza el editorial diciendo que el tratado es "mejorable". Podía habernos echo el favor de señalar en qué aspectos, pero no. Como tampoco nos dice mejorable para quién. Quizás se esté refiriendo a unos retoques para ver si se anima a los miedosos y se convence a los gritones.
Como conclusión, cabe decir que tanto la "analista" Alicia González como el editorial ponen de relieve que eso del respeto, si quiera meramente formal, a la voz del pueblo, no debe pasar de ser más que música celestial, pues la oposición de este a los designios de los capitalistas  en cuanto al TTIP no debe tomarse como una oposición lógica ni democrática, sino solamente populista o, en el mejor de los casos, como una oposición fruto del miedo o como la expresión gritona de algunos. ¡Viva el despotismo ilustrado!

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