Tenemos que felicitarnos. Por fin una persona que se declara abiertamente socialista y con participación directa y activa en la vida política española tiene acceso a un gran medio de comunicación de masas como es el periódico El Mundo. Este hecho es muy relevante, prueba de ello son el gran número de referencias, comentarios y todo tipo de alusiones que han aparecido en otros periódicos, televisiones, radios; y en muchos de ellos, se ha podido detectar gran nerviosismo, a juzgar por los ataques lanzados contra Alberto Garzón. Claro, llueve sobre mojado: Primero, Podemos y ahora, esto. Demasiado para la clase política típicamente burguesa (PP, PSOE, CyU, PNV...) y sus acólitos en los medios de comunicación. Efectivamente, de seguir esto así y si culmina un acercamiento como el que nos propone Garzón (Podemos, Equo, etcétera) las cosas no pintan nada bien para el bipartidismo reinante en España y sus tradicionales partidos bisagras.
Pero vayamos por partes. Voy a comentar los tres aspectos de la entrevista que me parecen más significativos y plenamente acertados. El primer acierto de Garzón es el ataque furibundo que lanza, y con razón, al PSOE, al que acusa implacablemente cuando dice que "ha diluido" (expresión que se me antoja muy suave) su identidad socialista, habiendo traicionado a su militancia y a sus votantes. El diagnóstico es certero, pues el PSOE, como consecuencia de esa disolución de su identidad, ya no aspira a "superar el capitalismo"; aspiración que Garzón manifiesta sin ninguna duda cuando se le pregunta por qué se define como socialista y no como comunista. El segundo acierto es de calificar de "democracia aparente" (o democracia formal, en términos más clásicos) el régimen político vigente en España. La razón que da no puede ser más contundente: la política económica de este país la marcan Draghi, la Troika, Botín y, añado yo, el FMI, las agencias de calificación, etc ¡Y ninguno de ellos se presenta a las elecciones! Por tanto, es lógico calificar a esta democracia de "formal" o "limitada" o de "mínimos", pues ni los diputados ni el Gobierno que ellos eligen son los que toman las decisiones o, mejor dicho, sí toman decisiones, pero las que les imponen otros. Recordemos a estos efectos la confesión hecha una y mil veces por Rajoy cuando decía que las decisiones que tomaba no eran las que le gustaría tomar. ¡Como puede decir esto el Presidente de un gobierno con mayoría absoluta en el Parlamento! ¡Qué mejor reconocimiento de que no es él quien manda!
Tercer acierto. La cuestión terrorista. Por supuesto que tiene bases políticas. ¿No es la guerra la política llevada adelante por otros medios? ¿Deja, por ello, de ser una salvajada condenable? No. Pero eso no parece importar al PP, que aplaudió con entusiasmo la guerra de Irak y ahora se rasga cínicamente las vestiduras por el mero hecho de que alguien se atreva a discutir sobre si el terrorismo es una cuestión con bases políticas o no.
Dejo una crítica para el final. No hay en las declaraciones de Garzón ninguna referencia al necesario e imprescindible "internacionalismo" para, como él pretende, "superar el capitalismo". Tanto Marx y Engels, como Lenin se refirieron a esta cuestión. Los dos primeros consideraban que el triunfo de la revolución socialista precisaba de la participación de los grandes países industriales de la Europa de entonces. Lenin esperaba ansioso la revolución alemana para que ayudase a la soviética. Esto no ocurrió y luego vino lo del "socialismo en un solo país" de Stalin y sus nefastas consecuencias.
Pero vayamos por partes. Voy a comentar los tres aspectos de la entrevista que me parecen más significativos y plenamente acertados. El primer acierto de Garzón es el ataque furibundo que lanza, y con razón, al PSOE, al que acusa implacablemente cuando dice que "ha diluido" (expresión que se me antoja muy suave) su identidad socialista, habiendo traicionado a su militancia y a sus votantes. El diagnóstico es certero, pues el PSOE, como consecuencia de esa disolución de su identidad, ya no aspira a "superar el capitalismo"; aspiración que Garzón manifiesta sin ninguna duda cuando se le pregunta por qué se define como socialista y no como comunista. El segundo acierto es de calificar de "democracia aparente" (o democracia formal, en términos más clásicos) el régimen político vigente en España. La razón que da no puede ser más contundente: la política económica de este país la marcan Draghi, la Troika, Botín y, añado yo, el FMI, las agencias de calificación, etc ¡Y ninguno de ellos se presenta a las elecciones! Por tanto, es lógico calificar a esta democracia de "formal" o "limitada" o de "mínimos", pues ni los diputados ni el Gobierno que ellos eligen son los que toman las decisiones o, mejor dicho, sí toman decisiones, pero las que les imponen otros. Recordemos a estos efectos la confesión hecha una y mil veces por Rajoy cuando decía que las decisiones que tomaba no eran las que le gustaría tomar. ¡Como puede decir esto el Presidente de un gobierno con mayoría absoluta en el Parlamento! ¡Qué mejor reconocimiento de que no es él quien manda!
Tercer acierto. La cuestión terrorista. Por supuesto que tiene bases políticas. ¿No es la guerra la política llevada adelante por otros medios? ¿Deja, por ello, de ser una salvajada condenable? No. Pero eso no parece importar al PP, que aplaudió con entusiasmo la guerra de Irak y ahora se rasga cínicamente las vestiduras por el mero hecho de que alguien se atreva a discutir sobre si el terrorismo es una cuestión con bases políticas o no.
Dejo una crítica para el final. No hay en las declaraciones de Garzón ninguna referencia al necesario e imprescindible "internacionalismo" para, como él pretende, "superar el capitalismo". Tanto Marx y Engels, como Lenin se refirieron a esta cuestión. Los dos primeros consideraban que el triunfo de la revolución socialista precisaba de la participación de los grandes países industriales de la Europa de entonces. Lenin esperaba ansioso la revolución alemana para que ayudase a la soviética. Esto no ocurrió y luego vino lo del "socialismo en un solo país" de Stalin y sus nefastas consecuencias.
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