Hace unos días pudimos leer en la prensa que unos trabajadores de Air France habían agredido a un par de directivos de la empresa, que tuvieron que salir por pies, responsables de un plan por el que se iba a despedir a cerca de tres mil empleados. Naturalmente, toda la prensa ponía el acento en el hecho de la agresión. Obviamente, nadie decía que los autores del plan no iban a ser despedidos, como tampoco lo iban a ser los directivos de la empresa, únicos responsables de la situación de la compañía aérea; situación en la que, desde luego, no se estaba por culpa de los que estaban a punto de perder su puesto de trabajo, sino, como quedaba reflejado en las informaciones periodísticas, por la crisis en que está sumida Air France, que parece se debe en gran medida a la competencia de otros capitalistas, como lo son los de las compañías aéreas de bajo coste; y, añado yo, a la incompetencia de esos directivos. Es decir, la lucha de unos capitalistas contra otros se salda, de momento, con el despido de trabajadores. Otra cuestión que no debe pasarnos desapercibida en las informaciones es que los trabajadores "agredieron", "zarandearon", mientras que la empresa lo que hacía era "negociar" esos casi tres mil despidos.
Pues bien, hoy, 12 de octubre, los medios de comunicación destacan que los trabajadores que agredieron a esos sujetos han sido detenidos; y, naturalmente, se resalta el hecho de la agresión por parte de los trabajadores. En ningún sitio, ni antes ni ahora, se califica de "agresión" el hecho de que unos individuos, en nombre de los dueños de Air France, decidan despedir a unos tres mil trabajadores y que, como digo, los que deciden esto no están en la lista de los que van a perder su trabajo. La actitud de los representantes de la empresa es definida como "negociación" de un plan para mantener a la empresa. Por tanto, unos actúan con violencia, mientras los otros se conducen por medios pacíficos. Para el capital y para los medios de comunicación, también capitalistas, como emplear (o sea, explotar) y despedir está amparado por la leyes que ellos imponen a través de parlamentos "democráticos, resulta que despedir no es agredir, no es un acto de violencia; se trata, en todo caso, de un "derecho" y, además, un derecho que se "negocia". No se puede ser más civilizado. En cambio, los que defienden sus puestos de trabajo son unos "agresores" que, obviamente, son denunciados por los agredidos y por la empresa y, más tarde, "detenidos" por la policía como vulgares delincuentes.
Esto debe valernos de ejemplo en cuanto a calificar de "democrático" al actual estado de cosas. Lo "democrático", como lo entiende el capital, es tener derecho a contratar a quien, para sobrevivir, no puede hacer otra cosa que vender su capacidad de trabajo, a explotarlo en nombre de ese contrato y a despedirlo, es decir, a dejarlo sin medios de subsistencia, cuando le viene bien, ya sea por que está al borde de desaparecer como capitalista ya lo sea por que le parece que no gana bastante. Y a esta descomunal violencia amparada por las leyes es a lo que se llama estado de derecho; y al que se revela contra él por otros medios que no sean los que ese "estado democrático" tiene previstos (que es ninguno, pues el despido es libre, aunque en algunas circunstancias no gratis), pues se manda a la policía en su busca y se le detiene como a un vulgar delincuente. Esa es su "democracia" y su "justicia".
Pues bien, hoy, 12 de octubre, los medios de comunicación destacan que los trabajadores que agredieron a esos sujetos han sido detenidos; y, naturalmente, se resalta el hecho de la agresión por parte de los trabajadores. En ningún sitio, ni antes ni ahora, se califica de "agresión" el hecho de que unos individuos, en nombre de los dueños de Air France, decidan despedir a unos tres mil trabajadores y que, como digo, los que deciden esto no están en la lista de los que van a perder su trabajo. La actitud de los representantes de la empresa es definida como "negociación" de un plan para mantener a la empresa. Por tanto, unos actúan con violencia, mientras los otros se conducen por medios pacíficos. Para el capital y para los medios de comunicación, también capitalistas, como emplear (o sea, explotar) y despedir está amparado por la leyes que ellos imponen a través de parlamentos "democráticos, resulta que despedir no es agredir, no es un acto de violencia; se trata, en todo caso, de un "derecho" y, además, un derecho que se "negocia". No se puede ser más civilizado. En cambio, los que defienden sus puestos de trabajo son unos "agresores" que, obviamente, son denunciados por los agredidos y por la empresa y, más tarde, "detenidos" por la policía como vulgares delincuentes.
Esto debe valernos de ejemplo en cuanto a calificar de "democrático" al actual estado de cosas. Lo "democrático", como lo entiende el capital, es tener derecho a contratar a quien, para sobrevivir, no puede hacer otra cosa que vender su capacidad de trabajo, a explotarlo en nombre de ese contrato y a despedirlo, es decir, a dejarlo sin medios de subsistencia, cuando le viene bien, ya sea por que está al borde de desaparecer como capitalista ya lo sea por que le parece que no gana bastante. Y a esta descomunal violencia amparada por las leyes es a lo que se llama estado de derecho; y al que se revela contra él por otros medios que no sean los que ese "estado democrático" tiene previstos (que es ninguno, pues el despido es libre, aunque en algunas circunstancias no gratis), pues se manda a la policía en su busca y se le detiene como a un vulgar delincuente. Esa es su "democracia" y su "justicia".
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