Acabo de leer un libro titulado "La cuarta socialdemocracia", cuyo autor es el mejicano Agustín Basave. Lo de la "cuarta" viene de seguir lo que dicho autor y toda la patulea de socialdemócratas de nuevo cuño llaman la "evolución" (la "regresión" o abandono, según mi punto de vista) de los principios que sirvieron de base a los que, desde su fundación o aparición, adoptaron tal denominación: socialdemocracia. Estos no eran otros que los bolcheviques, en Rusia, o la Social-Democracia en Alemania, partidos que, bajo inspiración marxista, propugnaban la abolición del capitalismo para instaurar la sociedad socialista. A lo que llaman "evolución" este autor y muchos de los que lo precedieron, culmina cono el abandono expreso del marxismo y la conversión de los partidos socialdemócratas en un partido más de los que aceptan, sin discusión alguna, el capitalismo como sistema económico definitivo. Y las fases, de ahí lo de "cuarta", van desde los principios marxistas y revolucionarios, pasando luego por la etapa revisionista de Bernstein (que no consideraba la vía revolucionaria como única para alcanzar el comunismo, sino que preconizaba la vía pacífica y parlamentaria para ello), más tarde, una etapa que abarca una socialdemocracia keynesiana, es decir, una socialdemocracia ya plenamente capitalista (o sea que ya no era socialdemocracia si es que debemos dar algún valor a las palabras de sus fundadores), pero que va "derechizándose" paulatinamente hasta la casi plena aceptación de los principios más liberales del estado mínimo o poco o nada intervencionista. La tal "derechización" empieza con la abolición de los sistemas de control y de regulación del capitalismo que tuvo lugar los treinta años anteriores a Reagan y Thatcher, la época gloriosa de la socialdemocracia a juicio del autor del libro que comento. La desaparición de dichos controles culmina con la descomunal crisis en la que, pese a lo que digan los gobiernos, la clase trabajadora sigue sumida.
Para nuestro autor el paradigma es Bernstein, pues le parece plenamente acertado sostener que la vía revolucionaria ya no tiene sentido para absolutamente nada en este mundo civilizado en el que vivimos. Lo malo para Basave es que Bernstein no abjuró nunca de sus principios marxistas. Estaba por la abolición del capitalismo, aunque creía que mediante la lucha sindical y la parlamentaria se podían ir dando pasos paulatinamente hasta alcanzar una sociedad comunista. Pero, como a nuestro autor no le gusta esta parte del pensamiento bernsteniano, pues la califica como de cierta contradicción en su discurso y pelillos a la mar: Hay que volver a la socialdemocracia que propugnaba Bernstein pero "aligerada" de sus objetivos marxistas. Este modo de proceder debe parecerle muy lógico a Basave. No voy a rebatir aquí esta concepción o vía bernsteniana al socialismo, remitiéndome para ello a los trabajos de Rosa Luxemburgo ¿Reforma social o revolución? y La crisis de la socialdemocracia alemana (el folleto Junius). Lo que me interesa destacar aquí es como Basave, tergiversa las palabras de Bernstein, a quien, como digo, descarga de sus convicciones (acertadas o no, pero de clara influencia marxista) para convertirlo en la inspiración de esa "cuarta socialdemocracia" plenamente capitalista, lo cual pone de manifiesto la falta de rigor de Basave. Y esta vuelta a Bernstein queda reducida a "embridar" al capitalismo para procurar una mejor redistribución de la riqueza. Se ve, además, la falta de perspectiva histórica y económica de nuestro autor, que ignora o pretende ignorar que no hay "embridamiento" posible del capitalismo; ya lo dijo Marx y así lo corroboran las innumerables crisis del capitalismo.
Esto por lo que a la cuestión económica se refiere. Pero el libro también critica el funcionamiento de la esto que llamamos "democracia". Basave opina, como otros muchísimos y porque, además, es de una evidencia indiscutible, que los poderes actuales están totalmente vendidos al gran capital, que los partidos ya no representan a nadie o a casi nadie, que quien en realidad gobiernan son las grandes sociedades capitalistas transnacionales, que no hay separación de poderes, etc. Para solucionar los problemas que surgen de esta situación propone una suerte de cuarto poder, lo que él llama una "asamblea ciudadana", que tendría por misión el control de las decisiones más transcendentales de los otros tres (legislativo, ejecutivo y judicial) y que estaría formada por ciudadanos designados mediante sorteo y sin militancia política alguna (hay que evitar el control de los partidos como sea). ¡Y todo por no decir que a esto que llamamos democracia no es tal!
Para finalizar, hay que decir que Basave llama a esto "postcapitalismo". El colmo de la desfachatez.
Para nuestro autor el paradigma es Bernstein, pues le parece plenamente acertado sostener que la vía revolucionaria ya no tiene sentido para absolutamente nada en este mundo civilizado en el que vivimos. Lo malo para Basave es que Bernstein no abjuró nunca de sus principios marxistas. Estaba por la abolición del capitalismo, aunque creía que mediante la lucha sindical y la parlamentaria se podían ir dando pasos paulatinamente hasta alcanzar una sociedad comunista. Pero, como a nuestro autor no le gusta esta parte del pensamiento bernsteniano, pues la califica como de cierta contradicción en su discurso y pelillos a la mar: Hay que volver a la socialdemocracia que propugnaba Bernstein pero "aligerada" de sus objetivos marxistas. Este modo de proceder debe parecerle muy lógico a Basave. No voy a rebatir aquí esta concepción o vía bernsteniana al socialismo, remitiéndome para ello a los trabajos de Rosa Luxemburgo ¿Reforma social o revolución? y La crisis de la socialdemocracia alemana (el folleto Junius). Lo que me interesa destacar aquí es como Basave, tergiversa las palabras de Bernstein, a quien, como digo, descarga de sus convicciones (acertadas o no, pero de clara influencia marxista) para convertirlo en la inspiración de esa "cuarta socialdemocracia" plenamente capitalista, lo cual pone de manifiesto la falta de rigor de Basave. Y esta vuelta a Bernstein queda reducida a "embridar" al capitalismo para procurar una mejor redistribución de la riqueza. Se ve, además, la falta de perspectiva histórica y económica de nuestro autor, que ignora o pretende ignorar que no hay "embridamiento" posible del capitalismo; ya lo dijo Marx y así lo corroboran las innumerables crisis del capitalismo.
Esto por lo que a la cuestión económica se refiere. Pero el libro también critica el funcionamiento de la esto que llamamos "democracia". Basave opina, como otros muchísimos y porque, además, es de una evidencia indiscutible, que los poderes actuales están totalmente vendidos al gran capital, que los partidos ya no representan a nadie o a casi nadie, que quien en realidad gobiernan son las grandes sociedades capitalistas transnacionales, que no hay separación de poderes, etc. Para solucionar los problemas que surgen de esta situación propone una suerte de cuarto poder, lo que él llama una "asamblea ciudadana", que tendría por misión el control de las decisiones más transcendentales de los otros tres (legislativo, ejecutivo y judicial) y que estaría formada por ciudadanos designados mediante sorteo y sin militancia política alguna (hay que evitar el control de los partidos como sea). ¡Y todo por no decir que a esto que llamamos democracia no es tal!
Para finalizar, hay que decir que Basave llama a esto "postcapitalismo". El colmo de la desfachatez.
Comentarios
Publicar un comentario