Hoy, 21 de marzo de 2016, La Nueva España publica dos artículos sobre la actuación de la Unión Europea en relación con el problema de los refugiados. Uno, de Cristina Pontón, edil de Izquierda Unida, y otro de Ana Taboada, Vicealcaldesa y edil de Somos Uviéu. El primero se titula "La banalidad del mal" y el segundo "Si esto es Europa...". Las dos políticas hablan en primera del plural a la hora de atribuir responsabilidades por la vergonzosa actuación de las autoridades europeas; autoridades que niegan la entrada en Europa a los que huyendo de guerras y todo tipo de atrocidades buscan el espacio en el que vivimos como refugio. No puedo estar más de acuerdo. Si ese sistema político indecente está a pleno funcionamiento es por que nosotros, los de abajo, los explotados, los proletarios, llamémonos como nos llamemos, lo consentimos. Y lo hacemos, bien por absoluta falta de conciencia de nuestra condición, bien por que conociéndola, algunos, muchos, millones, parecen estar muy de acuerdo con ella o porque, también en este segundo caso, no nos sentimos con fuerza para empezar la lucha que acabe con esta enorme indecencia que es el capitalismo, causa última de esta situación.
Ambas autoras coinciden en su comparación con horribles tiempos pasados, como lo fueron los del fascismo y el racismo. También hay que estar de acuerdo. Evidentemente, no estamos ante un problema de la misma intensidad, pero todo es empezar. A medida que la presión aumente, cuando los que ya están en Europa cobren conciencia de su situación como explotados, cuando estos nuevos "barbaros", los de dentro y los de fuera, como le sucedió al Imperio Romano, empiecen a actuar en conjunto, veremos lo que tardan en empezar las deportaciones. Los partidos fascistas, racistas etc. están ya a la orden del día, por lo que el tiempo de esas deportaciones puede que no estén tan lejos.
Aunque con distintas expresiones, también ambas autoras coinciden en culpar de esta situación al capitalismo. Dicho así, con todas la letras, en el artículo de Ana Taboada ("totalitarismo capitalista"), o a "los grandes intereses empresariales y geoestratégicos", a cuyo servicio está la Unión Europea, en el caso de Cristina Pontón. También totalmente de acuerdo. No son sino esos intereses a los que alude esta última los que han ocasionado esta descomunal calamidad humana. El control de recursos económicos, de las vías de comunicación hacía ellos, etc. motivan, sin duda, lo que está pasando en Siria y las distintas posiciones que adoptan las élites dirigentes de Rusia, Irán, Arabia Saudí y USA, por citar a algunos de los más significativos.
Dicho esto, ninguna de las dos autoras, pese a su diagnóstico, propone que iniciemos el camino (que, obviamente, ha de ser largo, duro y doloroso) para acabar con el capitalismo. Ana Taboada nos remite a la necesidad de crear una nueva Europa sobre una intervención de la sociedad civil que "inunde las calles y los foros públicos de sentido común, humanidad, solidaridad y dignidad". Es obvio que esto no basta. Es necesario "el asalto a los cielos".
Por su parte, Cristina Pontón parece proponernos una vuelta a los principios de libertad, igualdad y fraternidad. Pero no nos explica cómo se pueden alcanzar estos principios sin acabar primero con el sistema que los conculca o impide su consecución. Bajo el capitalismo, por definición, cuando solo unos disponen de libertad para explotar a otros, no encontraremos esos principios, no existen, no pueden existir.
Ambas autoras coinciden en su comparación con horribles tiempos pasados, como lo fueron los del fascismo y el racismo. También hay que estar de acuerdo. Evidentemente, no estamos ante un problema de la misma intensidad, pero todo es empezar. A medida que la presión aumente, cuando los que ya están en Europa cobren conciencia de su situación como explotados, cuando estos nuevos "barbaros", los de dentro y los de fuera, como le sucedió al Imperio Romano, empiecen a actuar en conjunto, veremos lo que tardan en empezar las deportaciones. Los partidos fascistas, racistas etc. están ya a la orden del día, por lo que el tiempo de esas deportaciones puede que no estén tan lejos.
Aunque con distintas expresiones, también ambas autoras coinciden en culpar de esta situación al capitalismo. Dicho así, con todas la letras, en el artículo de Ana Taboada ("totalitarismo capitalista"), o a "los grandes intereses empresariales y geoestratégicos", a cuyo servicio está la Unión Europea, en el caso de Cristina Pontón. También totalmente de acuerdo. No son sino esos intereses a los que alude esta última los que han ocasionado esta descomunal calamidad humana. El control de recursos económicos, de las vías de comunicación hacía ellos, etc. motivan, sin duda, lo que está pasando en Siria y las distintas posiciones que adoptan las élites dirigentes de Rusia, Irán, Arabia Saudí y USA, por citar a algunos de los más significativos.
Dicho esto, ninguna de las dos autoras, pese a su diagnóstico, propone que iniciemos el camino (que, obviamente, ha de ser largo, duro y doloroso) para acabar con el capitalismo. Ana Taboada nos remite a la necesidad de crear una nueva Europa sobre una intervención de la sociedad civil que "inunde las calles y los foros públicos de sentido común, humanidad, solidaridad y dignidad". Es obvio que esto no basta. Es necesario "el asalto a los cielos".
Por su parte, Cristina Pontón parece proponernos una vuelta a los principios de libertad, igualdad y fraternidad. Pero no nos explica cómo se pueden alcanzar estos principios sin acabar primero con el sistema que los conculca o impide su consecución. Bajo el capitalismo, por definición, cuando solo unos disponen de libertad para explotar a otros, no encontraremos esos principios, no existen, no pueden existir.
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