París, conferencia del clima, 29 de noviembre de 2015. Con la disculpa de la lucha contra el yihadismo, resulta que todas las manifestaciones están prohibidas. Así se defiende el capital frente a los que, hartos de sus agresiones y destrozos, pretenden manifestarse contra los asistentes a la conferencia, una más, del gran capital mundial, que, al parecer, ya empieza a ser consciente del desastre a que lleva a la humanidad. Un manifestante dice que hay que cambiar el sistema. ¡Qué infeliz! Hay que deshacerlo. La gente no acepta la prohibición y se lanzan a la calle; la respuesta no se hace esperar, palos, gases lacrimógenos, etc, etc. O sea, la única respuesta que sabe dar el sistema.
Y nadie se da cuenta del alcance de la cuestión. Hasta ahora toda la gentuza burguesa-capitalista, es decir, la que impone su ley en el mundo entero y todos los coríferos a sueldo, que no son pocos, justifican el sistema ante el fracaso, dicen ellos, del comunismo y porque, insisten, el capitalismo ha traído progresos y avances inimaginables hace cien años; toda esta gentuza. Y, en parte tienen razón, ya lo decían Marx y Engels. Pero estos también decían que las propias contradicciones del sistema llevaría a su superación, a su destrucción, porque, en un momento dado sería un freno a un nuevo desarrollo social. Pues bien, qué mayor prueba se necesita de que esto es así que la que supone que de seguir como hasta ahora la vida, tal y como la conocemos, desaparecerá de la faz de la tierra. ¿De verdad necesitamos alguna prueba más de que el sistema capitalista cumplió su ciclo y ahora toca destruirlo antes de que él nos destruya a todos (si solo se destrozasen ellos, me daría igual).
Tan mal está la cosa que hasta ellos mismos aceptan que esto es así y se reúnen para ver cómo hacer para poner frente a esta situación. Pero eso pasa, ineludiblemente, por dejar de crecer como lo hacemos ahora, de despilfarrar recursos naturales, etc. etc., lo que atenta contra los mismos cimientos del sistema. Por tanto, entraremos en la lucha de unos capitalistas contra otros y seguiremos igual que ahora.
Y ¿qué hacemos los históricamente llamados a destrozar al capitalismo, a mandarlo al basurero de la historia? Pues nada. Para empezar, ni resulta ser un tema, el tema, del debate electoral con que la burguesía nos empieza a aburrir y continuará haciéndolo a diario hasta el día de las elecciones. Todavía no oí a nadie hablar de este acuciante problema. Y los de a pie, tampoco hacemos nada. Contemplamos lo que está pasando y todo lo más salimos a la calle a protestar, arriesgándonos a que los sicarios del sistema nos muelan a palos o nos dañen los ojos con gases. Pero nada más.
Volviendo a donde empecé. A Hollande no se le ocurre otra cosa que calificar de elementos pertubadores a los que se manifestaron y se enfrentaron a la policía. Claro; pero ¿no son él y la burguesía a la que representa los únicos perturbadores, los que están poniendo en riesgo la vida en la tierra? Pues claro que son ellos, por eso nosotros tenemos que deshacernos de esos verdaderos elementos pertubadores.
Para acabar. No caigamos en el engaño de hablar de salvar el planeta, que quizás nos hace ver el problema en otro sitio o en otra dimensión. Se trata de salvar la VIDA HUMANA y eso sí que lo vemos como mucho más cercano.
Y nadie se da cuenta del alcance de la cuestión. Hasta ahora toda la gentuza burguesa-capitalista, es decir, la que impone su ley en el mundo entero y todos los coríferos a sueldo, que no son pocos, justifican el sistema ante el fracaso, dicen ellos, del comunismo y porque, insisten, el capitalismo ha traído progresos y avances inimaginables hace cien años; toda esta gentuza. Y, en parte tienen razón, ya lo decían Marx y Engels. Pero estos también decían que las propias contradicciones del sistema llevaría a su superación, a su destrucción, porque, en un momento dado sería un freno a un nuevo desarrollo social. Pues bien, qué mayor prueba se necesita de que esto es así que la que supone que de seguir como hasta ahora la vida, tal y como la conocemos, desaparecerá de la faz de la tierra. ¿De verdad necesitamos alguna prueba más de que el sistema capitalista cumplió su ciclo y ahora toca destruirlo antes de que él nos destruya a todos (si solo se destrozasen ellos, me daría igual).
Tan mal está la cosa que hasta ellos mismos aceptan que esto es así y se reúnen para ver cómo hacer para poner frente a esta situación. Pero eso pasa, ineludiblemente, por dejar de crecer como lo hacemos ahora, de despilfarrar recursos naturales, etc. etc., lo que atenta contra los mismos cimientos del sistema. Por tanto, entraremos en la lucha de unos capitalistas contra otros y seguiremos igual que ahora.
Y ¿qué hacemos los históricamente llamados a destrozar al capitalismo, a mandarlo al basurero de la historia? Pues nada. Para empezar, ni resulta ser un tema, el tema, del debate electoral con que la burguesía nos empieza a aburrir y continuará haciéndolo a diario hasta el día de las elecciones. Todavía no oí a nadie hablar de este acuciante problema. Y los de a pie, tampoco hacemos nada. Contemplamos lo que está pasando y todo lo más salimos a la calle a protestar, arriesgándonos a que los sicarios del sistema nos muelan a palos o nos dañen los ojos con gases. Pero nada más.
Volviendo a donde empecé. A Hollande no se le ocurre otra cosa que calificar de elementos pertubadores a los que se manifestaron y se enfrentaron a la policía. Claro; pero ¿no son él y la burguesía a la que representa los únicos perturbadores, los que están poniendo en riesgo la vida en la tierra? Pues claro que son ellos, por eso nosotros tenemos que deshacernos de esos verdaderos elementos pertubadores.
Para acabar. No caigamos en el engaño de hablar de salvar el planeta, que quizás nos hace ver el problema en otro sitio o en otra dimensión. Se trata de salvar la VIDA HUMANA y eso sí que lo vemos como mucho más cercano.
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