Hace unos días escribía sobre Edurne Uriarte y todos esos "santones" que no hacen sino servir a los intereses de clase y de partido y que llevan años escribiendo y escribiendo sobre economía, democracia y libertades, pero haciéndolo a sabiendas de que todo lo que dicen solo vale para afianzar al capitalismo, sistema en el que, aunque son unos explotados como otros muchos, parece irles muy bien. En esta línea, el pasado día 1 de junio de 2014, en "El País", Moises Naím nos daba otro ejemplo más de "santón" pontificando, pero sin sacar conclusión alguna o, por lo menos, sin atreverse a escribir sobre las conclusiones a las que necesariamente debe llevar lo que nos dice sobre el calentamiento global. Moises Naím nos hace un resumen de las catástrofes que se avecinan si, como todo parece indicar, las cosas siguen igual y el calentamiento llega a alcanzar, aproximadamente en cien años, cuatro grados más de promedio, aunque para el 2036 ya podían ser dos grados más, con consecuencias nada desdeñables. Por toda pista para saber el por qué del calentamiento, el articulista cita a Nicholas Stern, quien dice: "...el mundo sea un promedio cuatro grados centígrados más caliente de lo que era a finales del siglo XIX (antes del inicio del proceso de industrialización)". Más adelante, nos da otra pista, pues deja claro que hay "140 fundaciones que reciben 900 millones de dólares al año de sectores interesados en fomentar dudas sobre el cambió climático". La pregunta es ¿por qué Naím, en un ejercicio de responsabilidad y compromiso, no dice que ese "proceso de industrialización" lo puso en marcha el capitalismo y que solo a este sistema le debemos el hecho de encontrarnos en la senda de destrucción en la que nos encontramos? Y otra ¿por qué no identifica a esos "sectores interesados en fomentar dudas" señalando que son los capitalistas y los gobiernos del mundo que sirven a sus intereses?
El artículo termina así: "De hecho, sí hay algo muy importante y muy sencillo que todos podemos hacer: decidir no ser indiferentes ante esta amenaza". Realmente, estamos ante un ejemplo de fatuidad y vacuidad insoportables. El Sr. Naím, en lugar de ser cohorente y sacar la única conclusión posible de su artículo, cual es la de que urge pasar a la acción para acabar cuanto antes con el capitalismo, se conforma con criticar, advertir de las catástrofes que se nos avecina y decirnos que no tenemos que ser indiferentes. Naím no aprovecha esa plataforma privilegiada que es "El Páis" para explicarnos qué entiende por no ser indiferente. ¿Lo es, acaso, escribir un artículo como el que comento? Si realmente se cree sus palabras y se limita a decirnos eso, lo que nos demuestra es que su actitud no pasa de ser la de un "progre" más que cae en lo mismo que critica. En este caso, su postura tiene perfecto encaje en la que nos describe bajo la letra B) de su artículo: los desastres "ocurriran dentro de mucho tiempo y no estaré para sufrir las consecuencias" o bajo la C: "Fatalismo o impotencia", ya que, de otro modo, no se entiende su conclusión de que, como gran remedio para luchar contra el cambio climático bastaría con abandonar la indieferencia. Cuando la prueba más palpable del fracaso del capitalismo es que nos conduce al desastre (capitalistas incluidos, no como hasta ahora en que son los grandes beneficiados), apelar a la no indiferencia resullta, cuando menos, escandaloso.
Pero claro, si Naím dijera lo que propongo, no publicarían el artículo; y si insisitiera, acabaría por no publicar más en "El País", cosa que Naím seguro no desea.
El artículo termina así: "De hecho, sí hay algo muy importante y muy sencillo que todos podemos hacer: decidir no ser indiferentes ante esta amenaza". Realmente, estamos ante un ejemplo de fatuidad y vacuidad insoportables. El Sr. Naím, en lugar de ser cohorente y sacar la única conclusión posible de su artículo, cual es la de que urge pasar a la acción para acabar cuanto antes con el capitalismo, se conforma con criticar, advertir de las catástrofes que se nos avecina y decirnos que no tenemos que ser indiferentes. Naím no aprovecha esa plataforma privilegiada que es "El Páis" para explicarnos qué entiende por no ser indiferente. ¿Lo es, acaso, escribir un artículo como el que comento? Si realmente se cree sus palabras y se limita a decirnos eso, lo que nos demuestra es que su actitud no pasa de ser la de un "progre" más que cae en lo mismo que critica. En este caso, su postura tiene perfecto encaje en la que nos describe bajo la letra B) de su artículo: los desastres "ocurriran dentro de mucho tiempo y no estaré para sufrir las consecuencias" o bajo la C: "Fatalismo o impotencia", ya que, de otro modo, no se entiende su conclusión de que, como gran remedio para luchar contra el cambio climático bastaría con abandonar la indieferencia. Cuando la prueba más palpable del fracaso del capitalismo es que nos conduce al desastre (capitalistas incluidos, no como hasta ahora en que son los grandes beneficiados), apelar a la no indiferencia resullta, cuando menos, escandaloso.
Pero claro, si Naím dijera lo que propongo, no publicarían el artículo; y si insisitiera, acabaría por no publicar más en "El País", cosa que Naím seguro no desea.
Comentarios
Publicar un comentario